Nuevamente hubo división entre los judíos a causa de estas palabras. Muchos de ellos dijeron: "Tiene un espíritu maligno y está loco. ¿Por qué lo escuchan?" Otros dijeron: "Estas no son las palabras de un hombre poseído por un espíritu maligno. ¿Puede un hombre con un espíritu maligno abrir los ojos de un ciego?"

La gente que escuchó a Jesús en esta ocasión se enfrentó a un dilema que siempre enfrenta a los hombres. O Jesús era un loco megalómano, o era el Hijo de Dios. No hay escape de esa elección. Si un hombre habla de Dios y de sí mismo en la forma en que habló Jesús, o está completamente engañado, o tiene mucha razón. Las afirmaciones que hizo Jesús significan locura o divinidad. ¿Cómo podemos asegurarnos de que en verdad estaban justificados y no el engaño más grande del mundo?

(i) Las palabras de Jesús no son las palabras de un loco. Podríamos citar testigo tras testigo para probar que la enseñanza de Jesús es la cordura suprema. Hombres y mujeres pensantes de todas las generaciones han juzgado las enseñanzas de Jesús como la única esperanza de cordura para un mundo loco. La suya es la única voz que habla el sentido de Dios en medio de los engaños del hombre.

(ii) Las obras de Jesús no son las obras de un loco. Sanó a los enfermos, alimentó a los hambrientos y consoló a los afligidos. La locura de la megalomanía es esencialmente egoísta. No busca nada más que su propia gloria y prestigio. Pero la vida de Jesús se dedicó a hacer cosas por los demás. Como decían los mismos judíos, un hombre que estuviera loco no podría abrir los ojos de un ciego.

(iii) El efecto de Jesús no es el efecto de un loco. El hecho innegable es que millones y millones de vidas han sido cambiadas por el poder de Jesucristo. Los débiles se han vuelto fuertes, los egoístas se han vuelto desinteresados, los derrotados se han vuelto victoriosos, los preocupados se han vuelto serenos, los malos se han vuelto buenos. No es la locura la que produce tal cambio, sino la sabiduría y la cordura.

La elección permanece: Jesús estaba loco o era divino. Ninguna persona honesta puede revisar la evidencia y llegar a otra conclusión que no sea que Jesús trajo al mundo, no una locura engañosa, sino la perfecta cordura de Dios.

EL RECLAMO Y LA PROMESA ( Juan 10:22-28 )

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