Los soldados llevaron a Jesús a la sala, que es el Pretorio, y convocaron a toda la compañía. Lo vistieron con un manto de púrpura, y trenzaron una corona de espinas y se la pusieron, y comenzaron a saludarlo: "¡Salve, rey de los judíos!" Y le golpearon la cabeza con una caña, y le escupieron, y se arrodillaron ante él y le adoraron. Y después de burlarse de él, le quitaron el manto de púrpura y le vistieron con su propia ropa. Y lo llevaron para crucificarlo.

El ritual romano de condenación fue fijado. El juez dijo Illum duci ad crucem placet), "La sentencia es que este hombre sea llevado a una cruz". Entonces se volvió hacia el guardia y dijo: I, miles, expedi crucem, "Ve, soldado, y prepara la cruz". Fue cuando se preparaba la cruz que Jesús estaba en manos de los soldados. El Pretorio era la residencia del gobernador, su cuartel general, y los soldados implicados serían el cuartel general de la cohorte de la guardia. Haríamos bien en recordar que Jesús ya había sufrido la agonía de la flagelación antes de que comenzara esta payasada de los soldados.

Bien puede ser que de todo lo que le sucedió, esto fue lo que menos daño le hizo a Jesús. Las acciones de los judíos habían sido venenosas con odio. El consentimiento de Pilato había sido una cobarde evasión de responsabilidad. Había crueldad en la acción de los soldados pero no malicia. Para ellos, Jesús era sólo otro hombre para una cruz, y llevaron a cabo su pantomima de cuartel de realeza y adoración, no con malicia, sino como una broma grosera.

Fue el comienzo de muchas burlas por venir. Siempre se podía considerar al cristiano como una broma. Garabateado en las paredes de Pompeya, cuyas paredes todavía están pintadas con tiza con bromas groseras, hay una imagen de un cristiano arrodillado ante un asno y debajo están garabateadas las palabras: "Anaxímenes adora a su Dios". Si alguna vez la gente se burla de nuestro cristianismo, será útil recordar que se lo hicieron a Jesús de una manera que es peor que cualquier cosa que pueda pasarnos a nosotros.

LA CRUZ ( Marco 15:21-28 )

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