Aun así, un hombre que se iba al extranjero llamó a sus sirvientes y les entregó sus pertenencias. A uno le dio mil libras; a otras quinientas libras; a otras doscientas cincuenta libras; a cada uno según su capacidad individual. Así que se fue. Inmediatamente el hombre que había recibido las mil libras fue y trabajó con ellos, y ganó otras mil libras. De la misma manera, el hombre que había recibido las quinientas libras obtuvo otras quinientas libras de ganancia.

Pero el hombre que había recibido las doscientas cincuenta libras fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su amo. Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y les hizo cuentas. Vino el que había recibido las mil libras y trajo otras mil libras. 'Señor', dijo, 'usted me dio mil libras. ¡Mirar! He obtenido un beneficio de otras mil libras. Su maestro le dijo: '¡Bien hecho! siervo bueno y fiel.

En lo poco has sido fiel; Te pondré a cargo de muchas cosas; entra en el gozo de tu señor. Vino el que había recibido las quinientas libras y dijo: 'Señor, me entregaste quinientas libras. ¡Mirar! He obtenido un beneficio de otras quinientas libras. Su maestro le dijo: '¡Bien hecho! siervo bueno y fiel. Has sido fiel en algunas cosas. Te pondré a cargo de muchas cosas.

Vino también el que había recibido las doscientas cincuenta libras. 'Señor', dijo, 'sabía que eres un hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparces. Así que tuve miedo, y me fui y escondí tus doscientas cincuenta libras en la tierra. ¡Mirar! tienes lo que es tuyo. El amo le respondió: '¡Siervo malvado y tímido! Bien sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí.

Deberías haber entregado mi dinero a los banqueros, y cuando viniera, habría recibido lo que es mío con intereses. Quítale, pues, las doscientas cincuenta libras, y dásela al que tiene las dos mil libras. Porque a todo el que tiene, se le dará, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y echad al siervo inútil a las tinieblas de afuera. Allí será el lloro y el crujir de dientes.'"

Como la anterior, esta parábola tuvo una lección inmediata para quienes la escucharon por primera vez, y toda una serie de lecciones permanentes para nosotros hoy. Siempre se la conoce como la Parábola de los Talentos; en nuestra traducción hemos cambiado los talentos en moneda moderna. El talento no era una moneda, era un peso; y por lo tanto, su valor obviamente dependía de si la acuñación en cuestión era de cobre, oro o plata. El metal más común involucrado fue la plata; y el valor de un talento de plata era de unas 240 libras esterlinas. Es sobre esa base que hemos hecho las traducciones de las diversas sumas.

No puede haber duda de que originalmente en esta parábola toda la atención está fijada en el siervo inútil. No puede haber duda de que él está a favor de los escribas y fariseos, y de su actitud hacia la Ley y la verdad de Dios. El siervo inútil enterró su talento en la tierra, para poder devolvérselo a su amo exactamente como estaba. Todo el objetivo de los escribas y fariseos era guardar la ley exactamente como era.

En su propia frase, buscaron "construir un cerco alrededor de la Ley". Cualquier cambio, cualquier desarrollo, cualquier alteración, cualquier cosa nueva era para ellos anatema. Su método implicaba la parálisis de la verdad religiosa.

Al igual que el hombre con talento, deseaban mantener las cosas exactamente como estaban, y es por eso que están condenados. En esta parábola Jesús nos dice que no puede haber religión sin aventura, y que Dios no puede encontrar ningún uso para la mente cerrada. Pero hay mucho más en esta parábola que eso.

(i) Nos dice que Dios da a los hombres diferentes dones. Un hombre recibió cinco talentos, otro dos y otro uno. No es el talento de un hombre lo que importa; lo que importa es cómo lo usa. Dios nunca exige de un hombre habilidades que no tiene; pero exige que un hombre use al máximo las habilidades que posee. Los hombres no son iguales en talento; pero los hombres pueden ser iguales en el esfuerzo. La parábola nos dice que cualquier talento que tengamos, pequeño o grande, debemos ponerlo al servicio de Dios.

(ii) Nos dice que la recompensa del trabajo bien hecho es aún más trabajo por hacer. A los dos sirvientes que habían hecho bien no se les dice que se echen hacia atrás y descansen sobre sus remos porque lo han hecho bien. Se les dan mayores tareas y mayores responsabilidades en el trabajo del maestro.

(iii) Nos dice que el hombre que es castigado es el hombre que no intentará. El hombre con un talento no perdió su talento; simplemente no hizo nada con él. Incluso si se hubiera aventurado con él y lo hubiera perdido, habría sido mejor que no hacer nada en absoluto. Siempre es una tentación para el hombre de un talento decir: "Tengo un talento tan pequeño y puedo hacer muy poco con él. No vale la pena intentarlo, a pesar de toda la contribución que puedo hacer". La condenación es para el hombre que, teniendo aunque sea un talento, no trate de usarlo, y no lo arriesgue por el bien común.

(iv) Establece una regla de vida que es universalmente cierta. Nos dice que al que tiene más se le dará, y el que no tiene perderá hasta lo que tiene. El significado es este. Si un hombre tiene un talento y lo ejercita, progresivamente es capaz de hacer más con él. Pero, si tiene un talento y no lo ejerce, inevitablemente lo perderá. Si tenemos alguna habilidad en un juego o en un arte, si tenemos algún don para hacer algo, cuanto más ejercitemos esa habilidad y ese don, más difícil será el trabajo y más grande será la tarea que podremos abordar.

Mientras que, si no lo usamos, lo perdemos. Eso es igualmente cierto para jugar al golf o tocar el piano, o cantar canciones o escribir sermones, tallar madera o pensar en ideas. Es la lección de vida que la única manera de conservar un don es usarlo en el servicio de Dios y en el servicio de nuestros semejantes.

LA NORMA DE JUICIO DE DIOS ( Mateo 25:31-46 )

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