15. En cualquier caso, lo pondrás rey sobre ti. En primer lugar, Dios mantiene su propia supremacía en el nombramiento de un rey, y no consigna el asunto a los sufragios propios del pueblo; para que así pueda castigar su audacia al exigir un rey de acuerdo con un impulso apresurado. En segundo lugar, ordena que lo separen de las personas mismas, y excluye a los extranjeros, porque, si fueron admitidos, se abrió una puerta a la apostasía; porque cada uno habría tratado de forzar sobre ellos a sus dioses nativos, y la verdadera religión habría sido perseguida por la fuerza y ​​las amenazas del poder real. He aquí por qué Dios no permitiría que se buscara un rey en otro lugar sino desde el seno de su Iglesia; para poder apreciar y mantener esa adoración pura que había bebido de su infancia.

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