22. Y Faraón ordenó. Si no hubiera estado cegado por la ira y la ceguera, habría visto que la mano de Dios estaba en su contra. Pero cuando los réprobos son llevados a la locura por Dios, persisten obstinadamente en sus crímenes, y no solo eso, sino que, como los enajenados (25) o desesperados, se lanzan con mayor audacia contra cualquier obstáculo. Es cierto que comúnmente la crueldad, una vez que ha probado la sangre inocente, se vuelve más sedienta de ella; de hecho, en general, los hombres malvados, como si fueran impulsados por su camino, se vuelven más y más malvados en sus crímenes, de modo que no hay fin ni medida para su iniquidad. Pero aquí, en esta rabia desesperada, debemos percibir la venganza de Dios, cuando entregó al tirano para que el diablo lo destruyera, al tiempo que también recordamos su designio tanto de probar la paciencia de su pueblo como de mostrar su propia bondad y poder. El tirano, al encontrar que sus artimañas y engaños no servían de nada, ahora se despoja del miedo y recurre a la violencia abierta, ordenando que los niños sean arrancados de los pechos de sus madres y arrojados al río. Para que no falten ejecutores, da esta orden a todos los egipcios, a quienes sabe más que dispuestos para el trabajo. Él perdona a las hijas, para que, siendo esclavizadas y asignadas a los egipcios, puedan producir esclavos para sus amos, y así, a través de ellas, no se podrían preservar las razas y los nombres. Aquí puede valer la pena meditar en una comparación con nuestros propios tiempos. El Anticristo, con todos sus agentes asesinos, deja en paz a aquellos que, con su silencio traicionero, niegan a Cristo y están dispuestos a abrazar como esclavos todo tipo de impiedad; tampoco ejerce su crueldad, por insaciable que sea, donde no ve valentía; y se regocija y triunfa, como si hubiera logrado su objetivo, cuando ve que algunos que tenían coraje para profesar su fe caen en la efeminación y la cobardía. Pero cuánto mejor es para nosotros morir cien veces, manteniendo nuestra firmeza masculina en la muerte, que redimir nuestra vida para el vil servicio del diablo.

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