6. Y Faraón ordenó. A medida que avanza la narración, percibiremos más claramente que estos capataces y oficiales fueron tomados de entre los hijos de Israel, aunque antes hemos leído que algunos eran egipcios. Pero, como los tiranos son ingeniosos para asegurar sus propios intereses, el faraón, en su sutileza, deseaba proporcionar que nadie escapara, sino que todos por igual deberían ser traídos a la labor. Para algunos, en tal multitud, podría haber evadido a los egipcios; pero, cuando se les dio el cargo a los israelitas, su conocimiento familiar evitaría que alguno escapara. Además, es probable que con estos capataces se depositara el popote, que distribuyeron a grupos de diez o a individuos; por lo tanto, duplica el trabajo de esta manera, ordenándoles que recojan la paja con la que se hicieron los ladrillos. Pero, según el proverbio, que "los edictos de los reyes son monosílabos", Moisés muestra la vehemencia de la tiranía por la brevedad del mandato. Pero este pasaje nos enseña que, cuando Dios ha comenzado a considerarnos con el fin de aliviar nuestros problemas, a veces aprovecha la ocasión para aumentar la presión de nuestras cargas. Por lo tanto, cuando Dios se comprometió a ser el libertador de los israelitas, su problema se hizo mayor, ya que el tirano agregó a sus tareas ordinarias la de recoger la paja para sí mismos. Porque así le agrada a Dios probar la fe de su pueblo; y por lo tanto, es conveniente elevar a Él sus mentes, que están demasiado asentadas en la tierra, mientras que no perciben de inmediato el fruto de la gracia que les fue prometida, no, mientras sienten que nada más les es traído por el favor de Dios , excepto que su condición empeora. Es muy útil para nosotros reflexionar sobre esto, para que podamos soportar con más paciencia y tranquilidad estar entusiasmados con el amor y el deseo de las bendiciones celestiales, por las cruces y las adversidades. Hoy en día, el Evangelio provoca el odio de muchos, priva a otros de sus placeres, degrada a otros de sus honores, trae a otros la pérdida de sus bienes, condena a otros a prisión, otros al exilio y pone en peligro la vida de algunos; en una palabra, cuanto más ejerce Dios su poder, más se enfurece la ira de Satanás del otro lado, y los malvados se vuelven más ferozmente crueles. Esta ofensa nos sacudiría enormemente, a menos que supiéramos, por la advertencia de este ejemplo, que la gracia inestimable, que se nos ofrece en Cristo, debe ser tan valorada por nosotros, que en comparación con ella, riquezas, honores y todo que los hombres buscan, no deben contarse nada; y que no deberíamos encontrar dificultades para despreciar los inconvenientes de cualquier tipo.

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