8. Y el Señor dijo a Moisés. Dios ahora no pospone el tiempo del castigo, sino que redobla las plagas en una serie continua; ni amenaza al Faraón, sino que, dejándolo, ejecuta el juicio que Él decretó; tanto porque ahora estaba más que suficientemente manifestado que las advertencias no le sirvieron de nada, y también porque su desesperada maldad podía ser reprobada en todos los sentidos. Porque aunque recientemente he dicho que todo lo que sucedió no está completamente relacionado, la narración de Moisés más bien nos lleva a inferir que nada sobre los forúnculos se le dijo previamente al Faraón, sino que las cenizas ( 105) fueron rociados, cuando no tenía sospechas de nada por el estilo. Pero no sucedió naturalmente que el cielo oscureciera el cielo y que la enfermedad surgiera de allí; ¿Cómo podrían unas pocas cenizas cubrir todo el aire? Pero por esta señal visible se le enseñó al tirano que la calamidad que siguió fue infligida por Moisés y Aarón. Además, Dios invirtió a sus siervos con gran poder cuando les dio el mando por aire, para que lo envuelvan en la oscuridad y lo envenenen con contagio. Por lo tanto, deducimos que los demonios se llaman príncipes del aire, no porque lo gobiernen según su voluntad, sino solo en la medida en que el permiso (106) deambular se les concede.

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