16. Por todas las riquezas que Dios ha quitado a nuestro padre. Raquel y Lea confirman el discurso de Jacob; pero de manera profana y común, no con un sentido vivo y puro de la religión. Solo hacen una alusión pasajera al hecho de que Dios, por compasión a su siervo, se había dignado honrarlo con un favor peculiar; y al mismo tiempo, insisten en una razón de poca solidez, que lo que estaban llevándose les correspondía justamente, porque una parte de la herencia les pertenecía. No argumentan que las riquezas que poseían eran suyas porque habían sido adquiridas justamente por el trabajo de su esposo; sino porque a ellas no se les debió haber privado de su dote, y ahora se les despojaba de su herencia legítima. Por esta razón también mencionan a sus hijos junto con ellas, como descendientes de la sangre de Labán. De esta manera, no solo oscurecen la bendición de Dios, sino que se permiten más licencia de la que es correcta. También hacen una estimación mezquina del trabajo de su esposo, al jactarse de que el fruto de esos esfuerzos provenía de ellas mismas. Por lo tanto, de ninguna manera debemos buscar aquí un precedente para la forma en que cada uno debe defender su propio derecho o intentar recuperarlo cuando le haya sido arrebatado injustamente.

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