25. Y cuando vio que no podía vencerlo. Aquí se nos describe la victoria de Jacob, la cual, sin embargo, no se logró sin una herida. Al decir que el ángel de la lucha, o Dios, quiso retirarse del combate porque vio que no prevalecería, Moisés habla en términos humanos. Sabemos que Dios, cuando desciende de su majestad hacia nosotros, suele transferir las propiedades de la naturaleza humana a sí mismo. El Señor conocía con certeza el resultado del combate antes de descender para participar en él; ya había determinado lo que haría: pero aquí su conocimiento se pone por la experiencia de la cosa misma.

Tocó la cavidad de su muslo. Aunque Jacob obtiene la victoria, el ángel lo golpea en el muslo, y a causa de esto quedó cojo hasta el fin de sus días. Y aunque la visión fue de noche, el Señor designó que esta marca continuara a lo largo de toda su vida, para que no pareciera haber sido un sueño vano. Además, por esta señal se hace evidente a todos los fieles que solo pueden salir victoriosos en sus tentaciones al ser heridos y lastimados en el conflicto. Porque sabemos que la fuerza de Dios se perfecciona en nuestra debilidad, para que nuestra exaltación se una a la humildad; porque si nuestra propia fuerza permaneciera intacta y no hubiera heridas ni desplazamientos, inmediatamente la carne se volvería altiva y olvidaríamos que hemos vencido con la ayuda de Dios. Pero la herida recibida y la debilidad que la sigue nos obligan a ser modestos.

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