9. Y Dios se le apareció a Jacob. Moisés, tras mencionar brevemente la muerte de Débora, relata una segunda visión en la que Jacob es confirmado después de su regreso a Betel. Una vez, en este lugar, Dios se le había aparecido cuando estaba en camino hacia Mesopotamia. Mientras tanto, Dios había testimoniado de varias maneras, según fuera necesario, que estaría presente con él en todo su viaje; pero ahora es devuelto a ese mismo lugar donde se le había dado un oráculo más ilustre y memorable, para que pueda recibir una nueva confirmación de su fe. La bendición de Dios aquí significa nada más que su promesa; porque aunque los hombres recen por bendiciones mutuas, Dios se declara como el único Dispensador de la felicidad perfecta. Ahora, en esta ocasión, Jacob no escuchó nada nuevo; sino que se le repite la misma promesa, para que él, como alguien que había regresado del cautiverio a su propia tierra y había renovado su fe, pudiera llevar a cabo con mayor valor el resto de su vida.

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