14. Y se sentó en un lugar abierto (140) Los intérpretes exponen este pasaje de manera diversa. Literalmente, está "en la puerta de las fuentes, o de los ojos". Algunos suponen que había una fuente que se bifurcaba en dos corrientes; otros piensan que está indicado un lugar amplio, en el que los ojos pueden mirar a su alrededor en todas las direcciones. Pero una tercera exposición es más digna de recepción; a saber, que por esta expresión se entiende una forma que se bifurca y se divide en dos; porque entonces, por así decirlo, se abre una puerta ante los ojos, para que los que realmente están en un sentido puedan divergir en dos direcciones. Probablemente era un lugar desde el que se podía ver a Tamer, al que estaba cerca algún camino, donde Judá podría recurrir, para que no fuera culpable de fornicación, de manera pública, ante los ojos de todos. Cuando se dice que veló su rostro, deducimos que la licencia de fornicación no era tan desenfrenada como la que, en este día, prevalece en muchos lugares. Porque se vistió a la manera de las rameras, para que Judá no sospeche nada. Y el Señor ha causado que este sentimiento de vergüenza permanezca grabado en los corazones de aquellos que viven malvadamente, para que puedan ser testigos de su propia vileza. Porque si los hombres pudieran lavar las manchas de sus pecados, sabemos que lo harían de buena gana. De donde se sigue, que mientras huyen de la luz, se ven afectados con horror contra su voluntad, para que su conciencia pueda anticipar el juicio de Dios. Gradualmente, de hecho, la mayor parte ha excedido hasta ahora toda medida en estupor e insolencia, por lo que tienen menos cuidado de ocultar sus fallas; sin embargo, Dios nunca ha sufrido que el sentido de la naturaleza se haya extinguido por completo, por la brutal intemperancia de aquellos que desean pecar con impunidad, sino que su propia obscenidad obligará incluso a los más malvados a avergonzarse. (141) La base era, por lo tanto, la insolencia de ese filósofo cínico, quien, atrapado en el vicio, se jactó de plantar una persona. En resumen, el velo de Tamer muestra que la fornicación no era solo una cosa baja y sucia a la vista de Dios y los ángeles; pero que siempre ha sido condenado, incluso por quienes lo han practicado.

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