46. Y José tenía treinta años. Por dos razones Moisés registra la edad en que José fue adelantado al gobierno del reino. Primero, porque rara vez los ancianos se entregan para ser gobernados por los jóvenes: de donde puede inferirse que fue por la singular providencia de Dios que José gobernó sin ser envidiado, y que se le concedió reverencia y majestad más allá de sus años. Porque si había peligro de que la juventud de Timoteo lo hiciera despreciable, José habría estado igualmente expuesto al desprecio, a menos que se le hubiera procurado divinamente autoridad. Y aunque él no podría haber obtenido esta autoridad por su propia industria, sin embargo es probable que las virtudes extraordinarias con las cuales Dios lo había dotado, sirvieron no poco para aumentarla y confirmarla. Una segunda razón para señalar su edad es que el lector puede reflexionar sobre la larga duración de los sufrimientos con los que había sido, de diversas maneras, afligido. Y por muy humano que hubiera sido su trato, trece años de exilio, que le habían impedido regresar a la casa de su padre, no sólo por el vínculo de la servidumbre, sino también por el encarcelamiento, serían una prueba muy dolorosa.

Por lo tanto, sólo después de haber sido probado por una larga resistencia, fue promovido a un estado mejor. Moisés añade entonces que cumplió sus deberes con diligencia y con la mayor fidelidad puntual; porque el circuito que recorrió, que aquí se menciona, fue una prueba de industria nada común. Ciertamente podría haber nombrado mensajeros, sobre cuyos hombros podría haber recaído la mayor parte del trabajo y las molestias; pero como se sabía divinamente llamado a la obra, como alguien que tenía que rendir cuentas al tribunal divino, no rehusó ninguna parte de la carga. Y Moisés, en pocas palabras, alaba su increíble prudencia, al haber descubierto rápidamente el mejor método para conservar el maíz. Porque era una ardua tarea erigir almacenes en cada ciudad, que debían contener todo el producto de un año, y una quinta parte más. (163) Este acuerdo tampoco fue menos una prueba de sagacidad, ya que los habitantes de cualquier región no deberían tener que buscar comida a distancia. Inmediatamente después se menciona su integridad, que fue igualmente merecedora de elogios; porque en la inmensa acumulación que se hizo, se abstuvo de toda autocomplacencia, como si solo le hubieran asignado un humilde oficio. Pero es para elogio de ambas virtudes que, después de haber recogido inmensos montones, no remite nada de su diligencia esperada, hasta que haya cumplido todos los deberes del cargo que había emprendido. El antiguo proverbio dice: "La saciedad produce asco", y de la misma manera la abundancia es comúnmente la madre de la ociosidad. De ahí, por lo tanto, que la diligencia de José se mantiene en su curso uniforme, y no se vuelve negligente a la vista de la abundancia actual, excepto porque considera prudentemente que, por grande que sea la abundancia, siete años de hambre tragarlo todo? Manifestó también su fidelidad y su cuidado extraordinario por la seguridad pública, en esto, de que no se cansó por el trabajo asiduo de siete años, ni descansó hasta que hizo provisiones para los siete años que aún permanecían.

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