12. Esta es la señal del pacto. Se agrega un signo a la promesa, en el cual se muestra la maravillosa bondad de Dios; quien, con el propósito de confirmar nuestra fe en su palabra, no desprecia usar tales ayudas. Aunque hemos discutido más ampliamente el uso de los signos en Génesis 2:1, debemos mantener brevemente, a partir de estas palabras de Moisés, que es incorrecto separar los signos de la palabra. Por palabra, no me refiero a la que los papistas presumen; con la cual encantan pan, vino, agua y aceite, con sus susurros mágicos; sino a aquella que puede fortalecer la fe: según lo cual el Señor aquí se dirige claramente a Noé y sus hijos santos; luego anexa un sello, por causa de la certeza. Por lo tanto, si el sacramento se separa de la palabra, deja de ser lo que se llama. Debe, repito, ser un signo vocal, para que pueda retener su fuerza y no degenerar de su naturaleza. Y no solo es vana y ridícula esa administración de sacramentos en la que la palabra de Dios está en silencio; sino que arrastra consigo puras ilusiones satánicas. De aquí también inferimos que desde el principio, era propiedad peculiar de los sacramentos, confirmar la fe. Pues ciertamente, en el pacto, está incluida esa promesa a la cual la fe debe responder. Algunos consideran absurdo que la fe deba ser sustentada por tales ayudas. Pero quienes hablan así no reflexionan, en primer lugar, sobre la gran ignorancia y debilidad de nuestras mentes; ni, en segundo lugar, atribuyen a la obra del poder secreto del Espíritu elogio que le corresponde. Es obra únicamente de Dios comenzar y perfeccionar la fe; pero lo hace mediante instrumentos que considera buenos; la elección libre de los cuales está en su propio poder.

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