28. Y Noé vivió. Aunque Moisés menciona brevemente la edad del hombre santo y no registra sus anales ni los eventos memorables de su vida, sin embargo, aquellas cosas que son ciertas y que la Escritura conmemora en otros lugares deben venir a nuestra mente. Dentro de ciento cincuenta años, la descendencia de sus tres hijos se hizo tan numerosa que tuvo pruebas suficientes e incluso abundantes de la eficacia de la bendición divina: "Creced y multiplicaos". Veía no solo una ciudad llena de sus nietos, ni su descendencia expandiéndose apenas a trescientas familias, sino muchas naciones surgidas de uno de sus hijos que habitarían extensas regiones. Este asombroso aumento, al ser una representación visible del favor divino hacia él, sin duda lo llenaría de una alegría desbordante. Porque Abraham tenía casi cincuenta años cuando murió su antepasado Noé. (305) Mientras tanto, se vio obligado a presenciar muchas cosas que afligirían su santo pecho con un dolor increíble. Por mencionar algunas, vio en la familia de Sem, el santuario de Dios, en el cual los hijos de Jafet debían ser recibidos, destruido o, al menos, deteriorado y desgarrado. Pues el padre de Abraham, abandonando su posición adecuada, había erigido para sí mismo una tienda profana; y solo quedaba una porción muy pequeña de aquellos que adoraban a Dios en el armonioso consentimiento de una fe pura. No se pueden expresar suficientemente con palabras los tormentosos dolores que le causaba esta terrible confusión. De ahí que sepamos que sus ojos de fe debieron de haber sido sumamente penetrantes, al no dejar de ver, a lo lejos, la gracia de Dios al preservar la Iglesia en ese momento abrumada por la maldad de los hombres.

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