32. Le predicamos buenas noticias. Ahora se desafía a sí mismo el oficio y el honor de un apóstol, para que pueda ser escuchado como un ministro legítimo de Dios. Y dice que la suma de la embajada que se le ordenó es que eso se revela y se da en su tiempo que se prometió en tiempos pasados. Y en pocas palabras comprende muchos y grandes asuntos. Primero, les da a entender que no aporta nada nuevo o contrario a la ley y a los profetas, sino que reveló el cumplimiento de esa doctrina que ellos mismos confesaron y fueron persuadidos de haber sido entregados por Dios. De lo que se deduce que no pueden rechazar lo que él les ofrece, sino que romperán el pacto hecho con los padres por Dios, tanto como en ellos yacerá; en segundo lugar, él ordena la fidelidad de Dios, porque ahora parece de hecho que no había nada prometido en tiempos pasados ​​sin consejo o en vano; pero él ensalza principalmente la grandeza de la gracia que se da largamente en Cristo. Porque debemos notar la comparación entre ellos y los padres, cuando dice, que habían obtenido lo que se les prometió a los padres. Porque cuanto más generosamente se derrame sobre ellos la gracia de Dios, más inmundicia será su ingratitud, si desprecian o aborrecen esa inestimable bondad. Porque, ¿qué más era esto, sino arrojar a sus pies un tesoro que incluso se extendió hacia ellos, para que pudieran apoderarse de él, y así ponerlo en su regazo, la esperanza de lo cual fue abrazada con reverencia por los padres, cuando se mostró ellos lejos, y que fomentaron (811) durante toda su vida.

Pero algún hombre puede hacer esta pregunta con respecto a los que vivían bajo la ley, ¿incluso si no se les hizo partícipes de las promesas? Respondo que hay una sociedad de la misma gracia entre nosotros que no obstaculiza la larga distancia. Pero este era el significado de Pablo, que su fe permaneció, por así decirlo, en duda hasta que Cristo apareció, en quien todas las promesas de Dios son sí y amén; como enseña, (2 Corintios 1:19.) Por lo tanto, somos herederos del mismo reino de los cielos y participantes de las mismas cosas espirituales que Dios otorga a sus hijos; Además, Dios les dio un poco de su amor en esta vida, como lo probamos ahora. Pero a Cristo, que es la sustancia de todas las cosas buenas y de la vida eterna, solo se les prometió a ellos, pero se nos lo da; y lo deseaban como lejos; lo disfrutamos estando presente.

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