11. Apartarse del camino. La cantidad de lo que se declara es que cuando los profetas son apartados, el Señor también es rechazado y apartado, y no se le tiene en cuenta. Los hombres malvados fingen lo contrario, porque les da vergüenza reconocer tan grande maldad. Pero no ganan nada con eso; porque Dios desea que lo escuchemos por medio de aquellos a quienes les dio órdenes de declararnos su voluntad y administrar la doctrina de la palabra. Por lo tanto, si es nuestro deber escuchar a Dios, si estamos obligados a rendirle un homenaje, debemos mostrarlo abrazando su palabra, tal como está contenida en los escritos de los profetas y evangelistas. Esto debe observarse cuidadosamente en la recomendación de la palabra; porque los que lo dejaron de lado actúan como si negaran que él es Dios.

Porque el Santo de Israel se vaya. Aquí él nuevamente señala la causa de tan grande maldad, que duplica su culpa; a saber, que Dios no perdona ni adula sus vicios, sino que actúa como un médico bueno y hábil. Los hombres desean sentirse halagados, y no pueden soportar pacientemente que Dios los amenace. De ahí que los hombres odien y rechacen la palabra. De ahí procede el furioso ataque contra los profetas, cuyas reprensiones y amenazas no pueden soportar; porque no hay razón para que los hombres se rebelen del gobierno de Dios, sino porque se deleitan en lo que está mal y torcido, y aborrecen el camino correcto. Apropiadamente, por lo tanto, el Profeta une estas dos cosas, aversión a la doctrina celestial y odio a la rectitud.

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