13. En sus palacios dará a luz espinas. Él persigue el mismo tema; porque describe una espantosa desolación, por la cual espléndidas casas y palacios son arrasados, o reducidos a un estado tan salvaje que no son de utilidad para los hombres, sino que solo producen abrojos, espinas y ortigas; lo cual es más vergonzoso que si se hubieran convertido en campos y prados. De esta manera, el Señor castiga la insolencia de aquellos que construyeron casas altas y magníficas y palacios costosos, para que el recuerdo de ellos pueda transmitirse a la última posteridad. Habiendo desterrado a los hombres, convierte esas viviendas en nidos de pájaros y guaridas de bestias salvajes, para que, en lugar de ser, como esperaban, los trofeos de su nombre y renombre, se erijan como monumentos de tontas ambiciones. Así, el lugar de los hombres está casi ocupado por las bestias, que representan las disposiciones de aquellos que criaron esos buenos edificios. Este derrocamiento del orden es igualmente una triste muestra de la ira de Dios, cuando la tierra, que fue creada para el uso del hombre, contempla a sus señores naturales desterrados y se ve obligada a admitir a otros habitantes; pues, sin duda, se limpia de las impurezas con las que se contaminó.

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