22. Así dice Jehová. No al azar, el Profeta agrega al nombre de Jehová tres epítetos, a saber, que él es el Señor o el Defensor de su Iglesia, que él es Dios y, por último, que él es su vengador. Siempre debemos considerar cuál es la naturaleza de nuestra relación con Dios; porque se dirige a nosotros de manera familiar, como consecuencia de habernos elegido una vez como su pueblo, uniéndose a nosotros en un pacto eterno. Este prefacio alentó a los judíos, en la antigüedad, a no dudar en aceptar lo que aquí se promete; y en la actualidad, el mismo argumento se aplica a una nueva gente, que ha sido tomada bajo el cuidado y protección de Dios no menos que ellos. El Señor se declara a sí mismo para ocupar el cargo de un "Vengador", para que, cuando seamos amenazados con los peligros más alarmantes, y cuando parezca que todo terminó con nosotros, podemos acercarnos a este ancla, que Dios es el "vengador" de su pueblo; y esto debería apoyarnos, no solo cuando somos atacados por enemigos externos, sino también cuando somos asaltados por Satanás.

He aquí, he tomado de tu mano. Él sostiene el terreno de la esperanza; porque es solo por franjas temporales que el Señor castiga a su Iglesia. Por lo tanto, también los judíos deberían aprender que todas las calamidades a las que fueron sometidos fueron la justa recompensa de sus transgresiones; porque esas calamidades nunca llegarían a su fin sino al reconciliarse con Dios. El significado general es que la ira del Señor será apaciguada, de modo que él refrenará y pondrá fin a los castigos que anteriormente había infligido a su Iglesia.

La copa de tu aflicción, o la copa de tu temblor. Ya hemos hablado de la metáfora de "la copa"; y la explicación de lo que dimos está completamente confirmada por este pasaje, en el que Dios lo llama "la copa de su indignación", aunque había hecho temblar a la Iglesia, como si la hubieran mareado. Sin embargo, es la misma palabra que usaba anteriormente, תרעלה (targnelah), que algunos traducen "angustia" y otros "temblor". Por heces, como he dicho, se refiere a toda la venganza con la que Dios está satisfecho a causa de su bondad paternal.

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