Luego agrega: Les dirás: Oíd la palabra de Jehová, reyes de Judá, y que todo el pueblo escuche, y que todos los ciudadanos de Jerusalén oigan, que entran por estas puertas. Se le ordenó al Profeta que comenzara con el rey mismo, quien debería haber reprimido una licencia tan grande. Por lo tanto, era una indiferencia intolerable en el rey soportar en silencio este desprecio de la religión, especialmente en un asunto tan fácil y tan evidente; porque no podía haber fingido que no lo conocía: era lo mismo como si los judíos tuvieran la intención de triunfar contra Dios y demostrar que su ley no se consideraba de ningún valor. Por lo tanto, la profanación del sábado era una prueba de su desvergüenza, ya que de ese modo demostraron que no les importaba Dios ni su ley. Más adelante veremos cuán grande fue esa maldad; pero; Diferiré el tema, ya que ahora no puedo discutirlo en general, y se ofrecerá una oportunidad más conveniente.

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