10. Y el Señor los desconcertó, etc. En la primera matanza, el Señor ejerció su propia fuerza, pero usó las espadas de la gente. Por lo tanto, inferimos que cada vez que trabaja con hombres, nada le resta valor a su gloria, pero lo que sea que se haga le beneficia solo. Porque cuando emplea la cooperación de hombres, no llama a los aliados como una fuerza subsidiaria, ni les pide prestado nada; pero como puede lograr lo que le plazca con un simple movimiento de cabeza, utiliza a los hombres también como instrumentos para demostrar que están gobernados por su mano y voluntad. Mientras tanto, se dice con verdad de cualquier manera, que el enemigo fue derrotado y aplastado por Dios o por los israelitas, en la medida en que Dios los aplastó por la instrumentalidad de los israelitas.

En la segunda matanza, la mano de Dios apareció más claramente, cuando el enemigo fue destruido por el granizo. Y se afirma claramente que más fueron destruidos por granizo que asesinados por la espada, para que no haya duda de que la victoria se ha obtenido del cielo. Por lo tanto, nuevamente se deduce que no se trataba de un granizo común, como suele ocurrir durante las tormentas. Porque, en primer lugar, más habría sido herido o dispersado y dispersado que destruido repentinamente; y en segundo lugar, si Dios no lo hubiera lanzado directamente, parte habría caído sobre las cabezas de los israelitas. Ahora, cuando un ejército es atacado por separado, y el otro, libre de lesiones, se presenta como si se uniera a las tropas auxiliares, queda perfectamente claro que Dios está luchando desde el cielo. En el mismo sentido, se dice que Dios arrojó grandes piedras de granizo desde el cielo: porque el significado es que cayeron con una fuerza extraordinaria y estaban muy por encima del tamaño ordinario. Si en algún momento, en batallas comunes, una tormenta ha surgido repentinamente y ha demostrado ser útil para una de las partes, Dios parece haberle dado a esa parte una muestra de su favor y, por lo tanto, la línea, Querido amado del cielo, es él en cuyo lado los elementos están enlistados. (93) Aquí tenemos el relato de un milagro más distinguido, en el que la omnipotencia de Dios se mostró abiertamente.

O nimium dilecte Deo, tibi militat aether, Et conjurati veniunt ad classica venti ! - Ed.

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