19. Jesús, por lo tanto, sabía que deseaban preguntarle. Aunque a veces el Señor parece hablarle a los sordos, él, por fin, cura la ignorancia de sus discípulos, para que su instrucción no sea inútil. Nuestro deber es tratar de que nuestra lentitud de aprehensión no esté acompañada de orgullo o indolencia, sino que, por el contrario, nos mostramos humildes y deseosos de aprender.

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