47. El que cree en mí. Esta es una explicación de la declaración anterior. Estas palabras nos enseñan que es cuando creemos en Cristo que Dios se nos da a conocer; porque entonces comenzamos a ver, como en un espejo, o como en una imagen brillante y viva, a Dios que antes era invisible. Maldito sea todo lo que se nos declare acerca de Dios, si no nos lleva a Cristo. Lo que es creer en Cristo ya lo he explicado; porque no debemos imaginar una fe confusa y vacía, que priva a Cristo de su poder, como lo hacen los papistas, que creen en Cristo tan lejos como les parece. La razón por la que obtenemos la vida por fe es que sabemos que todas las partes de nuestra vida están contenidas en Cristo.

La inferencia que algunos extraen de este pasaje, que creer en Cristo es lo mismo que comer a Cristo, o su carne, no está bien fundada. Porque estas dos cosas difieren entre sí como anteriores y posteriores; y de la misma manera, venir a Cristo y beberlo, porque venir a él es lo primero en orden. Reconozco que Cristo no es comido sino por fe; pero la razón es, porque lo recibimos por fe, para que él pueda morar en nosotros, y para que podamos ser partícipes de él, y así podamos ser uno con él. Comerlo, por lo tanto, es un efecto o una obra de fe.

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