41. Otros dijeron: Él es el Cristo. El segundo tiene una opinión más correcta que el primero; porque ellos claramente reconocen que él es el Cristo; pero el tercer (201) se levanta contra ellos y, por lo tanto, continúa el debate. Con este ejemplo, se nos advierte que no debemos pensar que es extraño en la actualidad, si los hombres se dividen entre ellos por diversas controversias. Aprendemos que el sermón de Cristo produjo un cisma, y ​​que no entre los gentiles que eran extraños a la fe, sino en medio de la Iglesia de Cristo, e incluso en la sede principal de la Iglesia. ¿Se debe culpar a la doctrina de Cristo de esa cuenta, como si fuera la causa de disturbios? Más bien, aunque el mundo entero estaba en conmoción, la palabra de Dios es tan preciosa que deberíamos desear que fuera recibida, al menos por unos pocos. No hay razón, por lo tanto, por la cual nuestras conciencias deberían estar angustiadas, cuando vemos a aquellos que desean ser considerados como el pueblo de Dios luchando entre ellos por opiniones contrarias.

Sin embargo, también debe observarse que las divisiones no extraen adecuadamente su origen del Evangelio; porque no puede haber un acuerdo firme entre los hombres excepto en la verdad indudable. En cuanto a la paz mantenida entre aquellos que no conocen a Dios, surge más de la estupidez que del verdadero acuerdo. En resumen, de todas las diferencias que surgen, cuando se predica el Evangelio, la causa y la semilla yacían ocultas en los hombres; pero cuando se despiertan, por así decirlo, del sueño, comienzan a moverse, así como los vapores son producidos por algo más que el sol, aunque no es hasta que sale el sol que hacen su aparición.

¿Pero saldrá Cristo de Galilea? Para que no se piense que rechazan a Cristo por razones insuficientes, se fortalecen con el testimonio de las Escrituras; y aunque violentan este pasaje, volviéndolo indebidamente contra Cristo, todavía tienen cierta apariencia de verdad. En este punto solo ellos están equivocados, que hacen de Cristo un galileo. ¿Pero de dónde surge esta ignorancia sino del desprecio? Porque si se hubieran tomado la molestia de preguntar, habrían visto que Cristo estaba adornado con ambos títulos; que nació en Belén y que era hijo de David. Pero tal es nuestra disposición natural; en asuntos de poca importancia nos avergonzamos de ser indolentes, mientras que, en los misterios del reino celestial, dormimos sin ninguna preocupación. También es importante observar que esos hombres son diligentes y trabajadores al buscar una excusa para apartarse de Cristo, pero, al mismo tiempo, son asombrosamente lentos y aburridos al recibir una sana doctrina. De esta manera, fuera de las Escrituras mismas, que nos llevan de la mano a Cristo, los hombres frecuentemente se obstaculizan para que no puedan venir a Cristo.

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