45. Entonces llegaron los oficiales. Aquí podemos ver cuán ciega es la arrogancia de los hombres. Hasta tal punto admiran y adoran la grandeza que los hace eminentes, que no dudan en pisotear la moral y la religión. Si ocurriera algo contrario a su deseo, mezclarían voluntariamente el cielo y la tierra; porque cuando estos sacerdotes altivos y malvados (202) preguntan por qué Cristo no fue traído, magnifican su poder tan grandemente como si nada se opusiera a su orden.

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