16. Y hará una expiación por el lugar santo. La limpieza del santuario puede parecer absurda, como si estuviera en poder del hombre contaminar lo que Dios mismo había consagrado; porque sabemos que Dios sigue siendo verdadero, aunque todo el mundo sea impío, y en consecuencia lo que Dios haya designado no cambia su naturaleza a través de los pecados de los hombres. Sin embargo, si ningún contagio por los pecados de los hombres hubiera infectado el tabernáculo, esta limpieza habría sido superflua. Pero aunque el santuario en sí mismo puede no haber contraído la corrupción de la culpa de la gente, todavía, con respecto al pecado y la culpa de la gente misma, se considera impuro. Y así, el pecado se hace más pecaminoso, en la medida en que los hombres, aunque su intención sea servir a Dios, profana Su sagrado nombre, si lo hacen descuidadamente o irreverentemente. Era en ese momento un detestable sacrilegio en todo para contaminar el altar y el santuario de Dios; y Moisés condena a los israelitas de este sacrilegio cuando ordena que se limpie el santuario. Además, aprendamos que los hombres pueden contaminar tanto las cosas sagradas de Dios que su naturaleza debe permanecer inalterada y su dignidad inviolable. Por lo tanto, Moisés declara expresamente que el santuario no se limpia de su propia inmundicia, sino de la de los hijos de Israel. Ahora debemos aplicar la sustancia de este tipo a nuestro propio uso. Por el Bautismo y la Cena del Señor, Dios se nos aparece en su Hijo unigénito: estas son las promesas de nuestra santidad; sin embargo, nuestra corrupción es tal que nunca dejamos de profanar, en lo que respecta a nosotros, estos instrumentos del Espíritu por los cuales Dios nos santifica. Sin embargo, dado que ahora no tenemos víctimas que matar, debemos llorar y rezar humildemente para que Cristo, al rociar Su sangre, pueda borrar y limpiar nuestras impurezas, por las cuales se contaminan el Bautismo y la Cena del Señor. La razón de la purificación también se debe observar, a saber, porque el tabernáculo "habita entre ellos en medio de su inmundicia"; (247) por las cuales Moisés significa que los hombres están tan contaminados y llenos de corrupciones que contaminan todo lo sagrado sin la intervención de un medio de purificación; porque da por sentado que los hombres no pueden dejar de traer alguna impureza con ellos. Lo que había dicho del santuario interior lo extiende hasta el altar y todo el tabernáculo.

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