18. Conociendo su malicia. Habían abierto la conversación de tal manera que no parecían diferir en absoluto de los excelentes académicos. ¿De dónde entonces tuvo Cristo este conocimiento, sino porque su Espíritu era un discernidor de corazones? No fue por conjetura humana que percibió su astucia, sino porque era Dios, penetró en sus corazones y, por lo tanto, no ganaron nada al intentar ocultar la adulación y la pretendida justicia. Por consiguiente, antes de dar una respuesta, exhibió una prueba de su Divinidad al abrir su malicia oculta. Ahora, dado que los hombres malvados todos los días emplean trampas del mismo tipo, mientras que su malicia interna se nos oculta, debemos orar a Cristo para que nos otorgue el espíritu de discernimiento, y que lo que él tenía por naturaleza y por derecho propio él puede otorgarnos por un regalo gratis. Cuánto necesitamos esta prudencia es evidente por la consideración de que, si no nos protegemos de las trampas de los impíos, expondremos constantemente la doctrina de Dios a sus calumnias.

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