12. No irás con ellos. Si hubiera lugar para la duda, Dios lo elimina perentoriamente y confirma la prohibición; porque era ilegal maldecir a aquellos a quienes había bendecido. Porque a los profetas no se les permite nada más que ser testigos, embajadores (internuntii) o heraldos de la gracia que Dios se dignó libremente otorgar a su voluntad a quien Él quisiera. Además, se dice que Dios bendice a aquellos a quienes ha abrazado con su favor, y a quienes experimentalmente se declara propicio, cuando muestra su liberalidad hacia ellos. De esta bendición, quiso que los profetas fueran sus ministros de tal manera que el poder aún permaneciera completamente en sus propias manos. Si, por lo tanto, se usurpan la prerrogativa de bendecir sin su comisión, su acto no es meramente frívolo e ineficaz, sino incluso blasfemo. Justamente, entonces, Ezequiel condena a la mentira y engaña a esos falsos profetas, quienes, por sus halagos, alientan a las almas que estaban condenadas a morir; mientras matan por sus terrores y amenazas a aquellos a quienes Dios les había prometido la vida. (Ezequiel 13:2 y 22.) Por lo tanto, nos damos cuenta de lo vano que es para los hipócritas, como suelen hacer, comprar el perdón de los hombres para propiciar a Dios; y también que no debemos temer a esos ministros degenerados, (147) que desean dominar tiránicamente en virtud de su cargo, aunque lanzan sus fulminaciones contra los inocente.

Sin embargo, es claro que la obediencia de Balaam al mandato de Dios no procede del corazón. Sus palabras, de hecho, pueden engañar a los simples, por su apariencia de humildad; “No iré, porque Dios lo prohíbe; “Pero no hay duda de que, guiado como él fue a gratificarlos por ambición y avaricia, indica que estaría dispuesto a emprender el viaje, a menos que Dios lo prohibiera. Si su corazón hubiera sido sincero, la respuesta honesta que debería haber dado era obvia, a saber, que era vano enviarlo para sí mismo o para cualquier otra persona, a fin de que Balak pudiera resistir el decreto inviolable de Dios. Si así le hubiera dado gloria a Dios de forma inequívoca y sincera, no se le habría enviado otra embajada; pero por su vacilante excusa pareció inflamar el deseo del tonto rey, para vender su maldición a un precio más alto; porque sabemos que esta es la forma habitual con los impostores, que obtienen un mayor salario para sí mismos en proporción a la dificultad del asunto. Sin embargo, si comparamos a los profetas mercenarios del Papa con Balaam, su sumisión servil y forzada merecerá no pocos elogios al lado de su locura detestable e indomable, que, a pesar de Dios, dudan en no estallar en impíos. maldiciones La verdad, que opusieron, es conspicua: ese juicio terrible, que (Dios) denuncia por boca de Isaías, suena en sus oídos: "¡Ay de los que ponen oscuridad por luz, y luz por oscuridad" (Isaías 5:20;) sin embargo, proceden, y en su locura brutal vomitan sus blasfemias no solo a la destrucción de la Iglesia, sino, si fuera posible, a la extinción de toda religión.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad