2 No escondas tu rostro de mí en el día de mi aflicción. La oración, para que Dios no oculte su rostro, está lejos de ser superflua. Como la gente había estado languideciendo en cautiverio durante casi setenta años, podría parecer que Dios siempre les había rechazado su favor. Pero, a pesar de ello, se les ordena, en su aflicción extrema, recurrir a la oración como único remedio. Afirman que lloran en el día de su aflicción, no como los hipócritas están acostumbrados a hacerlo, quienes pronuncian sus quejas de una manera tumultuosa, sino porque sienten que Dios les pide que lloren a él.

Date prisa, respóndeme Habiendo hablado más completamente de estas formas de expresión, en la actualidad, puede ser suficiente, en este momento, brevemente observar, que cuando Dios nos permite abrir ante él nuestras enfermedades sin reservas, y pacientemente soporta nuestra necedad, él trata de una manera de gran ternura hacia nosotros. Expresar nuestras quejas ante él según los modales de los niños pequeños sin duda sería tratar a Su Majestad con muy poca reverencia, si no fuera por el hecho de que se haya complacido en permitirnos tanta libertad. A propósito, utilizo esta ilustración, para que los débiles, que tienen miedo de acercarse a Dios, puedan entender que están invitados a él con tanta gentileza que nada puede impedirles acercarse familiar y confiadamente a él.

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