No escondas de mí tu rostro en el día en que estoy en angustia; inclina a mí tu oído; en el día en que clamo, respóndeme pronto.

No escondas tu rostro de mí.  Así el Padre en el Calvario escondió Su rostro del Hijo de David.

En el día en que estoy en angustia; inclina a mí tu oído. Así debería ser la puntuación; para responder en el día en que llamo respóndeme rápidamente literalmente, 'apresúrate, respóndeme'. David pone en boca de su sufrimiento un lenguaje semilla ya empleado por él mismo en su propio problema. El hecho de que Dios ya haya respondido a este clamor (como lo insinúa usando las mismas palabras) es un estímulo para todos los que David instruye, para abrigar la esperanza si se entregan a Dios de la misma manera.

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