42. Porque recordó su santa promesa El salmista nuevamente menciona la causa por la cual Dios trató tan gentilmente con esa gente y la sostuvo con tanta ternura, a saber, que él podría cumplir su promesa; porque él había hecho un pacto con Abraham, comprometiéndose a ser el Dios de su simiente. Tampoco los profetas sin causa enseñaron tan cuidadosamente como los encontramos, que el pacto libre es la fuente de donde proviene la liberación, y el continuo bienestar del pueblo fluyó. De este modo, la gracia de Dios se hizo más conocida, ya que lo que sucedió, lejos de suceder repentinamente y sin anticipación, fue solo el cumplimiento de lo que había prometido cuatrocientos años antes. Dios entonces, por siglos anteriores a esto, dio la luz de su palabra de promesa, para que su gracia y verdad pudieran ser vistas de manera más clara. Por esta razón, el profeta repite nuevamente, que Dios no fue guiado por alguna causa nueva para liberar a su pueblo, sino que su intención al hacerlo era probar la fidelidad de su pacto y darle efecto; como si un hombre desenterrase del suelo un tesoro que había enterrado en él. Tampoco se puede dudar, que el profeta tenía como objetivo llevar la fe de sus compatriotas aún más lejos, que su objetivo era que su posteridad pudiera ser persuadida más allá de toda duda, que como Dios había demostrado, en la experiencia de esa generación, la verdad segura y sustancial de su promesa cumplida muchos cientos de años antes, por lo que no sería para ellos de otra manera que sus padres lo habían encontrado en el pasado. En consecuencia, señala esta promesa del epíteto, santo, intimidante, de que después de la muerte de Abraham mantuvo intacta su virtud y eficacia. Dios se lo había dicho a Abraham; pero la fuerza del pacto no murió con él. Dios continuó mostrándose fiel a la posteridad del patriarca.

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