48. Bendito sea Jehová, Dios de Israel El profeta aquí regula las oraciones y los deseos de la gente de tal manera, en medio de su grave opresión, los cautivos abatidos no pueden dejar de rendir gracias a Dios; y este es un asunto que debe ser atendido cuidadosamente, porque, cuando se ve afectado por la adversidad, apenas hay uno entre cien que, con compostura de espíritu, se acerque a Dios; pero, por el contrario, traiciona el orgullo de su corazón por la manera descuidada e insípida en la que reza, o al derramar quejas sobre su condición afligida. Pero la única forma en que podemos esperar que Dios preste un oído favorable a la voz de nuestras súplicas es, en el espíritu de mansedumbre, someterse a sus correcciones, y pacientemente llevar la cruz que él se complace en poner sobre nosotros. Es con gran propiedad entonces que el profeta exhorta a los cautivos afligidos a bendecir a Dios, incluso cuando los estaba castigando con considerable severidad. Es para el mismo propósito que se agrega, que la gente diga, Amén; como si les estuviera ordenando a todos que aceptaran las alabanzas de Dios, aunque tanto en privado como en público se vieron abrumados en un mar de problemas.

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