REFLEXIONES

¡LECTOR! Prosigamos con el mismo tema delicioso que el salmista; y como pasa de un salmo a otro, adorando el nombre del Señor, seguiremos el ejemplo; y nunca te canses del agradecido empleo. Ciertamente, bien podemos decir: Bueno es dar gracias al Señor y cantar alabanzas a tu nombre, oh Altísimo, para manifestar su bondad amorosa por la mañana y su fidelidad todas las noches.

Y ¡oh! ¡Qué tema interminable se abre para las alabanzas eternas de Jehová, en la revisión de su amor por su iglesia y su pueblo! ¿No fue el amor del Padre lo que dio origen a la iglesia, lo que impulsó su mente infinita a formarla; dando a su Hijo unigénito como Cabeza y Mediador; y entregar la iglesia a Cristo como una novia adornada para su esposo? ¿No fue el amor de Jesús el que, a la llamada de Dios Padre, lo indujo a salir para la salvación de su pueblo elegido? ¿Y no fue el amor y el favor de Dios el Espíritu Santo, quien desde la eternidad emprendió, y siempre ha estado cumpliendo el propósito de gracia, y continuará cumpliéndolo, hasta que la gracia se resuma en gloria, para familiarizar a la iglesia? y enamorado de todos los propósitos del pacto de Jehová en la salvación de Jesús? Y en tales visiones de la bondad divina, ¿no debe todo corazón sentirse obligado a exclamar, quién puede pronunciar los poderosos actos del Señor; ¿Quién podrá manifestar toda su alabanza?

¡Pero qué contraste con esta rica misericordia del Dios de Israel manifiesta el Israel de Dios en su ingratitud y rebelión! ¿Es posible, mientras el Señor es tan misericordioso, que el hombre sea tan indigno? ¡Oh! ¡Lector! ¿Qué es el hombre, después de todas las misericordias divinas y de toda la gracia divina manifestada hacia él? Dobla conmigo la rodilla, te ruego, ante el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien se llama toda la familia en el cielo y en la tierra.

Busquemos la gracia para aprovechar la historia de Israel. Bien podemos unirnos a las expresiones utilizadas en este salmo y decir: Nosotros también hemos pecado con nuestros padres; hemos cometido iniquidad. ¡Sí! Jesús precioso, en el mar, en el mar rojo de tu sangre, ¡cómo hemos provocado a ira al Señor! ¡Sin embargo, Señor! acuérdate de tu pacto, y sálvanos por amor de tu nombre. Eres un Dios de perdones. Aunque no haya nada más que pecado y miseria en nosotros; en el Señor nuestra justicia hay redención. Aceptanos en él; y por él haznos triunfar todavía en nuestro Dios. Bendito sea el Señor Dios de Israel desde la eternidad hasta la eternidad; y diga todo el pueblo: Amén. Alabad al Señor.

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