126. ¡Es hora de ti, oh Jehová! estar haciendo El objetivo del Profeta es impregnar a los impíos y malvados de la venganza que han merecido, dice, que el momento adecuado para ejecutarlo ya había llegado, en la medida en que habían llevado en gran medida su desenfrenada franqueza contra Dios. El verbo general haciendo es más enfático que si se hubiera usado uno más específico. El lenguaje es como si hubiera dicho que Dios parecería demorarse demasiado si no ejecutara el cargo de juez. Es la obra peculiar de Dios contener a los malvados, e incluso castigarlos severamente cuando descubre que su arrepentimiento es completamente inútil. Si se alega que esta oración es incompatible con la ley de caridad, se puede responder que David aquí habla de reproches, cuya enmienda se ha vuelto desesperada. Su corazón, no hay duda, fue gobernado por el espíritu de la sabiduría. Además, debe recordarse que no se queja de sus propios errores privados. Es un celo puro y honesto que lo mueve a desear la destrucción de los malvados despreciadores de Dios; porque no aduce ninguna otra razón para la oración, que los impíos destruyeron la ley de Dios. Con esto, él da evidencia de que nada le era más querido que el servicio de Dios, y que él no tenía nada más en alto que la observancia de la ley. Ya te he advertido repetidamente, en otros lugares, que nuestro celo es progresivo y desordenado siempre que su principio móvil sea la sensación de nuestras propias lesiones personales. Es, por lo tanto, para ser notado cuidadosamente, que el dolor del Profeta no se produjo por otra causa que no pudo soportar ver la violación de la ley divina. En resumen, esta es una oración que Dios restauraría para ordenar el estado confuso y ruinoso de las cosas en el mundo. Nos queda por aprender del ejemplo de David, cada vez que la tierra está llena y contaminada de maldad hasta tal punto que el miedo a él se ha extinguido casi por completo, para pedirle que se muestre a sí mismo como el que mantiene su propia gloria. Esta doctrina es útil para mantener nuestra esperanza y paciencia cada vez que Dios suspende la ejecución de sus juicios por más tiempo de lo que nos inclinamos. Antes de dirigirse a Dios, el Profeta lo adopta como un principio, que, aunque Dios puede parecer falso por un tiempo sin previo aviso de lo que hacen sus criaturas, sin embargo, nunca olvida su cargo, pero retrasa la ejecución de sus juicios por razones sabias, para que finalmente pueda ejecutarlas cuando llegue el momento oportuno.

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