26. He declarado mis caminos. En la primera parte de este versículo, afirma que había orado sinceramente y no había imitado a los orgullosos, quienes, confiando en su propia sabiduría, fortaleza y opulencia, no hacen de Dios su refugio. Se dice que ese hombre declara sus caminos a Dios, que no presume ni intentar ni emprender nada a menos que con su ayuda, y, dependiendo totalmente de su providencia, compromete todos sus planes a su placer soberano y centra todos sus afectos en él; haciendo todo esto honestamente, y no como los hipócritas, que profesan una cosa con sus labios y ocultan otra dentro de sus corazones. Agrega, que fue escuchado, lo cual fue de gran importancia para hacerlo abrigar buenas esperanzas para el futuro.

En la segunda parte del verso, declara solemnemente, que no tiene nada más querido que la adquisición de una verdadera comprensión de la ley. No son pocos los que dan a conocer sus deseos a Dios, pero luego quisieran que él cediera a sus extravagantes pasiones. Y, por lo tanto, el profeta afirma que no desea nada más que estar bien instruido en los estatutos de Dios. Esta declaración se ve reforzada por el siguiente verso, en el que una vez más pide que se le comunique el conocimiento de estos. En ambos pasajes debe observarse cuidadosamente, que con la ley de Dios puesta delante de nosotros, obtendremos pocos beneficios de simplemente leerla, si no tenemos a su Espíritu como nuestro maestro interno.

Algunos expositores tendrán la palabra que he traducido, meditaré, seré, suplicaré o discutiré, y así el término hebreo שוח, shuach, se refiere tanto a las palabras como a los pensamientos. El último significado está más de acuerdo con el alcance del pasaje. Considero que las palabras del profeta son las siguientes: - Para que pueda meditar en tus maravillas, hazme entender tus mandamientos. No tendremos gusto por la ley de Dios hasta que santifique nuestras mentes y las haga susceptibles de saborear la sabiduría celestial. Y de este desprecio nace la indiferencia, por lo que es una pena para el mundo prestar una atención respetuosa a la ley de Dios, sin saborear la admirable sabiduría contenida en ella. Con gran propiedad, por lo tanto, el profeta reza para que este camino se le pueda abrir con el don del conocimiento. A partir de estas palabras, se nos instruye que, en proporción al espíritu de conocimiento que se nos da, nuestro respeto por la ley de Dios y nuestro deleite al meditar en ella, debe aumentar.

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