63. Soy un compañero para todos los que te temen. Él no solo habla del amor fraternal y la concordia que los verdaderos creyentes cultivan entre ellos, sino que insinúa que, cada vez que se encontraba con cualquier persona que temía a Dios, le daba su mano en señal de comunión, y que no solo era uno de los siervos de Dios, sino también su ayudante. Tal concordia es indudablemente requerida en todos los piadosos, para que puedan contribuir al avance de cada uno en el temor de Dios. Parece haber una comparación tácita entre esta combinación sagrada, mediante la cual los fieles se mantienen mutuamente y fomentan entre ellos la adoración a Dios y la verdadera piedad, y las asociaciones impías que prevalecen en todas partes del mundo. Vemos cómo los hombres mundanos colocan sus tropas contra Dios y se ayudan unos a otros en sus intentos de derrocar su adoración. Más aún, es necesario que los hijos de Dios sean estimulados al mantenimiento de una santa unidad. El salmista elogia a los fieles, primero, por temer a Dios y, segundo, por observar la ley. El temor de Dios es la raíz o el origen de toda justicia, y al dedicar nuestra vida a Su servicio, manifestamos que Su temor habita en nuestros corazones.

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