84. ¿Cuántos son los días de tu siervo? etc. Algunos leen estas dos cláusulas aparte, como si la primera fuera una queja general de la brevedad de la vida humana, como se puede encontrar en otros salmos, y más frecuentemente en el libro de Job; y luego, en su opinión, sigue una oración especial del salmista, para que Dios se vengara de sus enemigos. Pero prefiero unir las dos cláusulas y limitar las dos a las aflicciones de David; como si se hubiera dicho: Señor, ¿cuánto tiempo has decidido abandonar a tu siervo a la voluntad de los impíos? ¿Cuándo te opondrás a su crueldad e indignación para vengarte de ellos? Las Escrituras a menudo usan la palabra días en este sentido; como, por ejemplo, "los días de Egipto", Ezequiel 30:9; "Los días de Babilonia" y "los días de Jerusalén", Salmo 137:7; una palabra que, en otros lugares, se llama "el día de la visita", Isaías 10:3. Mediante el uso del número plural, se denota una determinada porción de tiempo determinada, que, en otros lugares, se compara con los "días de un empleado", Job 14:6; Isaías 16:14. El salmista no lamenta, en general, la vida transitoria del hombre, pero se queja de que el tiempo de su estado de guerra en este mundo había sido demasiado largo; y, por lo tanto, él naturalmente desea que pueda ser puesto fin. Al exponerse ante Dios acerca de sus problemas, no lo hace obstinadamente o con un espíritu murmurante; pero aún así, al preguntar cuánto tiempo será necesario para que sufra, reza humildemente para que Dios no se demore en socorrerlo. En cuanto al punto en que lo incitó a rezar para ejecutar la venganza, hemos visto en otra parte en qué sentido era legal para él hacer tal pedido; a saber, porque la venganza que deseaba ver era la adecuada para Dios. Es cierto que se había despojado de todos los afectos corruptos de la carne, que podría, con un celo puro e imperturbable, desear el juicio de Dios. Él, sin embargo, en este pasaje, solo desea en general ser liberado por la mano de Dios de los males que le fueron infligidos, sin adjudicarse la perdición de sus adversarios; porque estaba bastante contento, siempre que Dios apareciera para defenderlo.

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