15. Mientras envía, etc. Nuevamente toca algunas instancias de la operación de Dios, en todas partes para ser visto en el sistema de la naturaleza. Y como los cambios que tienen lugar en el aire y en la tierra, y que deberían considerarse evidencias de su poder, quizás el mundo pueda considerarlos como el efecto del azar, el salmista, antes de hablar de la nieve, la escarcha y el hielo, declara expresamente, que la tierra está gobernada por su poder y control. El envío de su palabra no es más que la influencia secreta por la cual regula y gobierna todas las cosas, ya que sin sus órdenes y citas no podría haber movimiento entre los elementos, ni podrían ser soportados, ahora de una manera y ahora de otra. por su propio impulso espontáneo sin su decreto secreto anterior. Él dice que su palabra corre rápidamente, porque, una vez que Dios ha insinuado su voluntad, todas las cosas concurren para llevarla a la práctica. Si no nos aferramos a este principio, por mucho que investiguemos las segundas causas, toda nuestra perspicacia quedará en nada. Es así que Aristóteles, por ejemplo, ha demostrado tal ingenio sobre el tema de los meteoritos, que discute sus causas naturales de manera más exacta, mientras omite el punto principal de todo, sobre el cual el niño más pequeño, al menos tener alguna religión, tiene La superioridad sobre él. Debe tener poco discernimiento que, en las repentinas nevadas y heladas, no perciba cuán rápido corre la palabra de Dios. Si, entonces, evitáramos una filosofía natural sin sentido, siempre debemos comenzar con este principio, que todo en la naturaleza depende de la voluntad de Dios, y que todo el curso de la naturaleza es solo el cumplimiento inmediato de sus órdenes. Cuando las aguas se congelan, cuando el granizo se extiende por el aire, y las heladas de hielo oscurecen el cielo, seguramente tenemos pruebas de cuán efectiva es su palabra. Pero si todas estas maravillas no producen ningún efecto en la mayoría de los hombres, al menos el frío penetrante que entumece nuestros cuerpos, debería obligarnos a reconocer el poder de Dios. Cuando el calor del sol nos abrasa en verano, y nuevamente, tras la sucesión del invierno, todo está atado, un cambio como este, que debe haber parecido increíble si no nos hubiéramos acostumbrado, grita en voz alta que Es un ser que reina arriba.

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