1. Alabado sea Dios en su santuario. Este salmo en general elogia la adoración espiritual de Dios, que consiste en sacrificios de alabanza. Por el santuario hay pocas dudas de que aquí se entiende el cielo, como suele ser el caso en otros lugares. La segunda cláusula es exegética, ya que se repite lo mismo. Pero para santuario leemos רקיע, rekia, es decir, la extensión del cielo, a lo que se agrega el epíteto del poder, porque allí tenemos una prueba del poder incomparable de Dios, de modo que no podemos Mire al cielo sin perderse en la admiración. En cuanto a la interpretación que algunos dan: Alabado sea Dios, ustedes los ángeles que habitan los cielos y los hombres que habitan bajo el firmamento, es forzado y antinatural; para el salmista, para despertar a los hombres que se vuelven lánguidos en las alabanzas de Dios, les pide que alcen sus ojos hacia el santuario celestial. Para que la majestad de Dios sea debidamente reverenciada, el salmista lo representa presidiendo su trono en los cielos; y él amplía la misma verdad en el segundo verso, celebrando su poder y su grandeza, que había traído a nuestro conocimiento en los cielos, que son un espejo en el que pueden verse. Si quisiéramos encender nuestras mentes, entonces, para participar en este servicio religioso, meditemos sobre su poder y grandeza, que rápidamente disipará toda insensibilidad. Aunque nuestras mentes nunca pueden asimilar esta inmensidad, su simple sabor nos afectará profundamente. Y Dios no rechazará las alabanzas que ofrecemos de acuerdo con nuestra capacidad.

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