4. Que se confundan los que buscan mi alma. David ahora llama a Dios a vengarse de sus enemigos; y pide no solo que decepcionaría y destruiría sus diseños, sino que también los recompensaría de acuerdo con sus desiertos. En primer lugar, desea que puedan ser confundidos y avergonzados al ver que sus expectativas y deseos fracasan; y luego avanza más, deseando que, aunque se imaginen a sí mismos firmemente establecidos y profundamente arraigados, puedan ser como paja o rastrojo. Como la paja es impulsada por el viento, también él desea que, al estar inquietos por el impulso secreto del ángel del Señor, nunca descansen. La imprecación que sigue es aún más terrible, y es esta: que donde quiera que vayan puedan encontrarse con oscuridad y lugares resbaladizos; y que en su duda y perplejidad el ángel del Señor los perseguiría. En resumen, lo que sea que inventen, y a cualquier lado que elijan, reza para que todos sus consejos y empresas puedan llegar a una terminación desastrosa. Cuando desea que puedan ser conducidos por el ángel del Señor, aprendemos de esto que la razón por la cual los impíos están preocupados, aunque nadie los persiga, es que Dios los golpea con un espíritu de asombro y los distrae con tales temores que tiemblan y están preocupados.

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