1 ¡Júzgame, oh Dios! David, en primer lugar, se queja de la extrema crueldad de sus enemigos; pero en los versos que siguen inmediatamente, muestra que no había nada que él considerara más grave que ser privado de la oportunidad de acceder al santuario. Tenemos evidencia de que él disfruta el testimonio de una buena conciencia en esto, que elogia la defensa de su causa ante Dios. El término juez, que primero utiliza, no es más que emprender la defensa de la causa; y él expresa su significado más claramente agregando, defiende mi causa. La sustancia y el objeto de su oración, de hecho, fueron, que él podría ser liberado de los hombres malvados y malvados por quienes fue perseguido inmerecidamente. Pero como es para los miserables y sin culpa, que están injustamente afectados, que Dios promete su ayuda, David, en primer lugar, se somete a ser examinado por él, que, habiendo descubierto y probado a fondo la rectitud de su causa, él por fin puede otorgarle ayuda. Y como es la fuente de consuelo más alentadora para nosotros encontrar que Dios desdeña no tomar conciencia de nuestra causa, así también, es vano para nosotros esperar que él vengará las heridas y los errores que se nos hacen, a menos que nuestra propia integridad debe ser tan manifiesta como para inducirlo a ser favorable para nosotros contra nuestros adversarios. Por la nación despiadada debe entenderse toda la compañía de los enemigos de David, que eran crueles e indigentes de todos los sentimientos de la humanidad. Lo que sigue, con respecto al hombre engañoso y malvado, podría aplicarse a Saúl; pero parece más bien ser una forma de discurso en la que, por enallage, el número singular se usa para el plural.

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