4 Les diste una pancarta a los que te temen. Algunos intérpretes cambiarían el tiempo pasado y leerían las palabras como si formaran una continuación de las oraciones que preceden: ¡Oh, si les dieras una pancarta a los que te temen! (386) Pero es mejor suponer que David diverge al lenguaje de felicitación y, al señalar el cambio que ha tenido lugar, llama la atención sobre el Apariencias evidentes del favor divino. Regresa gracias a Dios, en nombre de todas las personas, por haber elevado un estándar que podría alegrar sus corazones y unir sus números divididos. (387) Es una interpretación pobre y exigua que algunos han atribuido a las palabras, antes de la verdad, que Dios mostró favor a los judíos porque los había encontrado sincero y sano en su causa. Aquellos en los rangos superiores, como es bien sabido, demostraron ser sumamente desleales; la gente común, junto con su rey, había roto su lealtad divina: de lo más alto a lo más bajo del reino, todos habían conspirado para derrocar el propósito misericordioso de Dios. Es evidente, entonces, que David se refiere a la verdad de Dios como si hubiera surgido de manera señal, ahora que la Iglesia comenzó a restaurarse. Este fue un evento que no se esperaba. De hecho, ¿quién no imaginó, en las circunstancias desesperadas, que las promesas de Dios habían fallado por completo? Pero cuando David subió al trono, su verdad, que había estado oscurecida durante tanto tiempo, volvió a brillar. La ventaja que siguió se extendió a toda la nación; pero David insinúa que Dios tenía un respeto especial por su propio pueblo, cuya liberación, por muy pocos que pudieran ser en número, contempló particularmente.

Luego procede a dirigirse a Dios nuevamente en oración; aunque, puedo observar de paso, que las palabras que siguen, para que tu amado pueda ser entregado, son leídas por algunos en relación con el versículo anterior. Yo mismo estoy inclinado a adoptar esa construcción; porque David parecería magnificar la ilustración que se había dado del favor divino, al anunciar el cambio que había tenido lugar, (388) Dios había inspirado a su personas tan lejos como para mostrar una pancarta; donde, anteriormente, fueron reducidos a un estado extremo, del cual parecía imposible escapar sin un milagro. En el verso anterior los llama temidores del Señor, y ahora su amado; lo que implica que, cuando Dios recompensa, como temer y adorarlo, siempre es con respecto a su propio amor libre. Y la oración está unida: por grandes que sean los favores que Dios nos ha otorgado, la modestia y la humildad nos enseñarán siempre a orar para que perfeccione lo que su bondad ha comenzado.

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