15. La colina de Dios, la colina de Basán Aquí él anuncia a la primavera y la fuente de toda la bondad que Dios había mostrado, esta es la circunstancia de que él había elegido el monte Sion como el lugar de su palacio y templo, de donde todas las bendiciones deben ir a la nación. Se había hecho una declaración Divina a tal efecto a David, y esta preeminencia y dignidad conferidas al monte Sión se aduce de manera muy apropiada como prueba de que es rey, legalmente y por nombramiento divino; porque había una conexión inseparable entre la morada de Dios en esa montaña y la de David sentado en el trono para gobernar al pueblo. Las palabras del verso admiten dos sentidos. Podemos suponer que la montaña de Dios se compara con el monte Basán como si fuera así, o podemos entender que se opone a ella. El primero es el sentido adoptado por casi todos los intérpretes, que si bien Bashan era famoso por su fertilidad, Sión lo superó. Es de poca importancia lo que preferimos; pero tal vez la distinción también se destacaría si interpretáramos las palabras la colina de Dios por sí mismos, y consideráramos que Bashan, con su altura alardeante, se ordena luego dar prioridad, como si David dijera, que solo había una montaña que Dios se había consagrado a sí mismo mediante un decreto irrevocable, y que aunque Bashan era famoso por su altura y fertilidad, debía alinearse con otras montañas, que en vano se exaltarían a una igualdad con Sión, honrada como la residencia elegida de Dios. Si leemos el versículo de manera diferente, y lo consideramos como una aplicación para el monte Sión en todo momento, entonces el salmista lo exalta por ser alto e ilustre, y esto porque de allí emanaba el favor divino, que distinguía a los judíos de todas las demás naciones.

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