31. Y esto complacerá a Jehová más que a un becerro joven. Cuanto más eficazmente se fortalezca para este ejercicio, David afirma que la acción de gracias que está a punto de ofrecer será para Dios un sacrificio de un sabor dulce y aceptable. No puede haber una incitación más poderosa a la acción de gracias que la cierta convicción de que este servicio religioso es muy agradable a Dios; aun cuando la única recompensa que él requiere por todos los beneficios que nos prodiga es que honremos y alabamos su nombre. Esto pone en una luz más fuerte la inexcusa de aquellos que son tan lentos como, por su silencio u olvido, para reprimir las alabanzas de Dios. David no omitió ni despreció los sacrificios externos que ordenaba la ley; pero él justamente prefería el servicio espiritual, que era el final de todas las ceremonias levíticas. Este tema lo he tratado con mayor detenimiento en Salmo 50:14. Por cierto, la humildad de David es digna de ser notada, quien, aunque se elevó tanto como para ser un patrón celestial, sin embargo, desdeñó no humillarse en beneficio común de la Iglesia, como si hubiera pertenecido a lo común. clase de la gente, para que por las figuras de la ley él pueda aprender la verdad que desde entonces se ha manifestado más claramente en el evangelio; a saber, que las alabanzas de Dios, en la medida en que proceden de nuestras bocas, son impuras, hasta que sean santificadas por Cristo. ¡Pero cuán grosera y estúpida es la superstición de aquellos que volverían a utilizar la pompa exterior de las ceremonias que fueron abolidas por el único sacrificio de la muerte de Cristo, y piensan que Dios está verdaderamente pacificado cuando se han cansado de no hacer nada! ¿Qué significa esto, sino oscurecer o cubrir, mediante la intervención de velos gruesos, este servicio legítimo de acción de gracias, que David no dudó en preferir en gran medida a las ceremonias mosaicas, aunque éstas fueron de cita divina? Por un joven buey, se refiere a uno de los más elegidos o seleccionados, y la idea que pretende transmitir es que no hubo sacrificio o víctima, por valioso o precioso que pudiera ofrecer, en el que Dios se deleitaría tanto como en acción de gracias.

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