11. Jehová Dios es nuestro sol y escudo. La idea transmitida por la comparación derivada del sol es que, como el sol a través de su luz vivifica, nutre y alegra al mundo, el semblante benigno de Dios llena de alegría los corazones de su pueblo, o más bien, que ni ellos viven. ni respirar excepto en la medida en que brilla sobre ellos. Por el término escudo se entiende que nuestra salvación, que de lo contrario se vería afectada por innumerables peligros, está en perfecta seguridad bajo su protección. El favor de Dios al comunicarnos la vida estaría lejos de ser adecuado a las exigencias de nuestra condición, a menos que, al mismo tiempo, en medio de tantos peligros, interpusiera su poder como escudo para defendernos. La oración que tenga éxito inmediatamente, él dará gracia y gloria, podría verse como un significado, que aquellos a quienes Dios ha distinguido por su gracia en este mundo, finalmente serán coronados con gloria eterna en su reino celestial. Pero me temo que esta distinción entre la gracia y la gloria, demasiado refinada, será preferible explicar que la oración implica que, una vez que Dios haya tomado a los fieles a su favor, los avanzará a un gran honor, y nunca cesará para enriquecerlos con sus bendiciones. (471) Esta interpretación es confirmada por la siguiente cláusula, Él no retendrá nada bueno de aquellos que caminan erguidos, obviamente enseñándonos, que la generosidad de Dios nunca puede ser Agotado, pero fluye sin interrupción. Aprendemos de estas palabras, que cualquier excelencia que pueda haber en nosotros procede únicamente de la gracia de Dios. Contienen, al mismo tiempo, esta marca especial, por la cual los verdaderos adoradores de Dios pueden distinguirse de los demás, que su vida está enmarcada y regulada de acuerdo con los principios de integridad estricta.

La exclamación con la que David concluye el salmo, Bienaventurado el hombre que confía en ti, parece referirse a la temporada de su destierro. Anteriormente había descrito la bendición de aquellos que moran en los atrios del Señor, y ahora confiesa que, aunque por un tiempo estuvo privado de ese privilegio, estuvo lejos de ser completamente miserable, porque recibió el apoyo de lo mejor de todo consuelo, lo que surgió de contemplar desde la distancia la gracia de Dios. Este es un ejemplo que merece una atención especial. Mientras estemos privados de los beneficios de Dios, necesariamente debemos gemir y estar tristes de corazón. Pero, para que la sensación de nuestra angustia no nos abrume, debemos imprimirlo en nuestras mentes, que incluso en medio de nuestras calamidades no dejamos de ser felices, cuando la fe y la paciencia están en ejercicio.

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