20 He encontrado a David, mi sirviente. El profeta confirma la misma proposición, que no había nada de realeza en David, quien debía todo a la soberanía de Dios al impedirlo por su gracia. Tal es la importancia de la palabra encontrada, como si Dios hubiera dicho: Cuando lo llevé a elevarlo, esto procedió completamente de mi bondad libre. El nombre de sirviente, por lo tanto, no denota ningún mérito, sino que debe referirse al llamado divino. Es como si Dios hubiera dicho que confirmó y ratificó por su autoridad el poder soberano de David; y si lo aprobó, su legitimidad queda fuera de toda duda. La segunda cláusula del versículo ofrece una confirmación adicional de la libre elección de Dios: con mi aceite santo lo he ungido. Esta unción, que no fue fruto de la propia política de David, pero que obtuvo en contra de todas las expectativas, fue la causa de su ascenso al estado de la realeza. Entonces Dios, teniendo de sí mismo, y de acuerdo con su mero placer, anticipó a David, para poder ungirlo por mano de Samuel, declara con justicia que lo encontró. Luego se agrega que él será el guardián y protector de este reino del cual fue el fundador; porque no es su forma habitual de abandonar sus obras después de haberlas comenzado, sino, por el contrario, llevarlas adelante mediante un proceso continuo de mejora hasta su finalización.

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