19. Levántate, oh Jehová. Cuando David le suplica a Dios que se levante, la expresión no se aplica estrictamente a Dios, sino que se refiere a la apariencia externa y a nuestros sentidos; porque no percibimos que Dios sea el libertador de su pueblo, excepto cuando él aparece ante nuestros ojos, como si estuviera sentado en el tribunal. Se agrega una consideración o razón para inducir a Dios a vengar las heridas causadas a su pueblo, a saber, que el hombre no puede prevalecer; porque cuando Dios surge, toda la ferocidad (182) de los impíos debe caer inmediatamente y ceder. ¿De dónde es que los malvados se vuelven tan insolentemente audaces, o tienen tan gran poder para hacer travesuras, si no es porque Dios está quieto y les da riendas sueltas? Pero, tan pronto como muestra alguna muestra de su juicio, inmediatamente detiene sus orgullosos tumultos, (183) y rompe su fuerza y ​​poder con su asentir solo (184) Se nos enseña, por esta forma de orar, que sin embargo con insolencia y orgullo nuestros enemigos pueden presumir de lo que harán, pero están en la mano de Dios, y no puede hacer más de lo que él les permite; y más allá, que Dios puede indudablemente, cuando quiera, volver vanos e ineficaces todos sus esfuerzos. El salmista, por lo tanto, al hablar de ellos, los llama hombres. La palabra en el original es אנוש, enosh, que se deriva de una raíz que significa miseria o miseria, y, en consecuencia, es lo mismo que si los hubiera llamado hombre mortal o frágil. Además, el salmista suplica a Dios que juzgue a los paganos ante su rostro. Se dice que Dios hace esto cuando los obliga, de una forma u otra, a presentarse ante su tribunal. Sabemos que los no creyentes, hasta que son arrastrados por la fuerza a la presencia de Dios, le dan la espalda lo más que pueden, para excluir de sus mentes todo pensamiento de él como su Juez.

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