En el segundo verso repite la verdad que ya había inculcado, mostrando al mismo tiempo que habla desde su sentimiento personal y su experiencia como creyente. Esto es muy necesario en alguien que sería maestro; porque no podemos comunicar el verdadero conocimiento a menos que lo entreguemos no solo con los labios, sino como algo que Dios ha revelado a nuestros propios corazones. (576) El salmista en consecuencia da evidencia de que lo que había enseñado en el verso anterior estaba de acuerdo con su propia experiencia interna. Algunos leerán, diré sobre el Señor, y el prefijo hebreo, ל, lamed, puede ser así traducido; pero la otra traducción que he dado transmite el significado más forzado. El creyente hace más que simplemente resolver hacer de Dios su fortaleza; se acerca a la confianza de las promesas divinas y se dirige familiarmente a Dios. Esta confianza en la oración ofrece una prueba adicional de cuán seguro puede vivir el pueblo de Dios bajo su sombra. Esta especie sagrada de jactancia constituye el triunfo más alto de la fe, cuando nos acercamos a Dios sin temor en nuestras peores pruebas, y estamos completamente persuadidos de que él contesta todas nuestras oraciones, es decir, que tenemos en él una suficiencia y una superabundancia de ayuda.

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