El Profeta vuelve a preguntarle al ángel; y con su ejemplo se nos enseña a sacudirnos de toda indiferencia y a enseñarnos y estar atentos a Dios si deseamos avanzar en el conocimiento de estas predicciones; porque si Zacarías, que se había separado del mundo y alzado sus ojos y su mente al cielo, necesitaba la enseñanza y la guía del ángel para instruirlo, cuánta necedad y arrogancia es confiar en nosotros mismos y despreciar el don de la interpretación. Pero como los ángeles no nos son enviados desde el cielo para explicarnos las profecías, aprovechemos esas ayudas que sabemos que Dios nos ofrece. Aquí se nos prescribe docilidad, reverencia y atención. Recordemos también que, tan pronto como los hombres se someten a Dios, el regalo de la revelación está preparado para ellos; porque no es en vano que a menudo Dios es llamado el maestro de los niños. Quien esté dispuesto a aprender con verdadera mansedumbre y humildad, no se sentirá decepcionado de su deseo; porque vemos aquí que el ángel cumplió su parte en la enseñanza de Zacarías.

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