Porque el Reino de Dios no está en la palabra sino en el poder. La energía espiritual y la perfección cristiana, y especialmente apostólica, en la que Dios reina, y manifiesta en nosotros y en la Iglesia la obra eficaz del Evangelio de su gracia y Espíritu, no se encuentran en la elocuencia, sino en la obra poderosa de la el Espíritu Santo, es decir, en la palabra convincente, en el poder de los milagros, en la expulsión de los demonios, y, como dicen Teofilacto y Cayetano, más aún en los sufrimientos de la vida del Apóstol descritos en los vers.

9-11, y en la conversión del carácter y en la vida santa. Así también dicen S. Crisóstomo y Anselmo: Porque S. Juan Bautista no hizo ningún milagro y, sin embargo, comenzó a predicar el Reino de Dios con el poder de una vida santa, con el espíritu y la eficacia de la predicación y la exhortación. Cf. la expresión paralela en Romanos 14:17 .

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