Y vino aquel siervo, e hizo saber a su señor estas cosas , etc. Aquí se nos enseña que Cristo escogió a los marginados y pobres en lugar de los Sacerdotes y Fariseos que se habían burlado de Su evangelio. Según lo que está escrito: Los publicanos y las rameras van antes que vosotros al reino de Dios. S. Matt. XXI. 31. Y otra vez: "Muchos primeros serán últimos, y los últimos serán primeros". San Mateo 19:30 .

Porque aunque Cristo predicó desde el comienzo de su ministerio tanto a los fariseos como a la multitud, sin embargo, los fariseos, como de mayor rango, fueron los primeros invitados; para preservar la unidad de la parábola; y también porque Cristo quiere que los escribas primero, en razón de su posición, lo reconozcan, y luego sean sus testigos entre la gente. Pero sucedió lo contrario. "Ellos", dice Eutimio, "que se negaron a reconocerlo, eran los principales sacerdotes y gobernantes del pueblo, y estos, que fueron elegidos en su lugar, eran los humildes y los marginados de la nación.

"Porque en verdad "Dios escogió lo débil del mundo, para avergonzar a lo fuerte." 1 Corintios 1:27 .

Simbólicamente. S. Agustín dice ( serm. 34 De Verb. Dom. ): ¿Quiénes fueron los que vinieron, sino los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos? Los que se ausentaron fueron los que se creyeron ricos y robustos; quienes, por así decirlo, podían caminar bien y ver claramente, la desesperanza de cuyo estado era proporcional a su orgullo.

Que los mendigos vengan a la fiesta por invitación de Aquel que se hizo pobre para que nosotros fuésemos ricos.

Que vengan los débiles, porque el médico no tiene necesidad de los sanos, sino de los enfermos.

Que vengan los cojos y digan: "Ordena mis pasos en tu palabra".

Que vengan los ciegos y digan: "Ilumina mis ojos, para que no duerma en la muerte".

Estas pobres y miserables criaturas nos enseñan:

1. Que ninguno debe ser despreciado, sino que la salvación en Cristo debe ser ofrecida a todos.

2. Que es más fácil para los pobres obedecer los preceptos evangélicos, y por tanto salvarse, que para los ricos.

3. Que no debemos desesperar de la salvación de nadie, por miserable, ciego o perverso que sea.

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